José María Duque, pianista » Cuando estoy al lado de la música solo puedo percibir estados positivos muy especiales»

José María Duque, pianista » Cuando estoy al lado de la música solo puedo percibir estados positivos muy especiales»

Entrevistamos a José María Duque, destacado pianista con una gran trayectoria profesional. Hablamos sobre sus inicios, sobre su trayectoria y su propósito como profesor.

Dentro de muy poquito podremos verle actuar en Madrid Music Hall. Aquí tenéis su entrevista, esperamos que os guste.

¿Qué es la música para José María Duque?

Podría decirse que es una de las áreas más sólidas, constantes y mejor construidas de mi vida. Algo que la ha vertebrado, sin ninguna duda.

Es un espacio en el que me siento en total libertad como ser humano, tanto al escuchar como al tocar.

Está indisolublemente unida a mis sentimientos, a la alegría, la melancolía, la exaltación, la pasión, la imaginación, lo narrativo (hay música que es como un cuento ), las historias que vivo, la gente que quiero, las vivencias actuales, los recuerdos…

Es aquello que siempre me apetece compartir, y hablar de ello.

Es muchas cosas a la vez, y ,por ello mismo, tan difícil de definir.

Como ser humano tengo mis cosas buenas, pero también soy un mar de contradicciones, dudas, y miedos. Pero cuando estoy al lado de la música, cuando logro conectar con su esencia, sólo puedo percibir estados positivos muy especiales que son incompatibles con ningún tipo de miedo. Podría decirse que es el lenguaje del corazón y del Amor.

¿ Cómo fue ese momento en el que decidiste dedicarte profesionalmente a ello?

Hubo muchas situaciones favorables de base y varias personas que me hicieron posible como músico, la más importante de las cuales fue mi padre, excelente pianista y profesor, al que siempre estaré enormemente agradecido.

Lo que contribuye a forjar una realidad futura en cualquier ámbito con respecto a lo que vas a ser, porque lo deseas profundamente, siempre es la fantasía y la imaginación.

En mi caso, recuerdo con claridad tres situaciones:

Cuando mi padre tocaba en casa, siendo yo muy niño. Es de mis recuerdos más antiguos, y me sentaba largos ratos a escucharle desde muy temprano.

En una fase posterior, recién iniciados mis estudios, mientras él tocaba cualquier repertorio, yo iba pasando las páginas de los libros de las Sonatas de Beethoven, e imaginariamente pensaba que era yo quien tocaba. Creo que ahí ya había un germen importante en mí.

Posteriormente, sobre los 13 años, escuché muchísimo un disco que mi padre tenía de piezas célebres del piano tocadas por Alicia de Larrocha. Todo lo que allí había me encantaba, pero especialmente una transcripción de la Marcha Militar de Schubert debida a Karl Tausig, que sigo pensando que ella tocaba como nadie.

Creo que me hice pianista para poder un día tocar eso. Entonces, lógicamente, no podía. Luego, al tratarse de una transcripción, costaba mucho hacerse de la partitura, que no conseguí en aquel momento.

Curiosamente, de adulto, cuando pude hacerlo , aunque he leído a veces esa música, aún no la he preparado bien como para tocarla, cosa que estaría a mi alcance con el adecuado trabajo.

Creo que tiene que ver con esa diferencia entre acariciar los sueños y alcanzarlos en la realidad.
Hay cosas tan bonitas que uno inconscientemente prefiere dejarlas en ese lugar. Aunque tampoco descarto hacerla algún día.

Otra anécdota que me predispuso a dedicarme a la música fue la conexión que yo sentía en la preadolescencia con la música pianística de Liszt.

Yo era un niño bastante soñador, y en una época en la que no existía el mp3, yo me iba a pasear por los campos de Badajoz con la música en mi cabeza de la Sonata Dante, la Bendición de Dios en la Soledad, la Sonata en Si menor… Y caminaba reflexionando sobre los grandes temas, el Amor, la Muerte, Dios, la Eternidad… Entraba en el cementerio, reflexionaba sobre el milagro de estar vivo, y a dónde iríamos después… Mi paseo solía terminar en la iglesia, en un rato de recogimiento que hoy supongo que comportaba cierto agradecimiento por todas esas sensaciones tan intensas.


Aunque la vida me haya derivado a posiciones más escépticas, sigo sintiendo a menudo esa sensación de lo eterno, de algo que está en la música y que no pertenece al mundo. Música y eternidad para mí son la misma cosa.

Imagino que hablo poco de lo profesional, porque es un concepto que, para mí, se queda corto con referencia a la música. Todo lo referente a la fantasía, imaginación , sensaciones y vivencias lo nutre, pero va mucho más allá y es mil veces más importante.

Siempre digo que el día en el que yo tocando no sienta la misma alegría e ilusión que sentía con 9 años tocando los Estudios de Burgmüller, me dedicaré a otra cosa.

Pero seguiré haciendo por que no pase. Porque profesionalmente hay que trabajar y cuidar muchas cosas, pero la más importante de todas es el deseo.

Planifico las cosas con calma para no sobrepasarme, y querer siempre seguir tocando, para mí es más importante que quemar todo tipo de etapas.
Me ilusiona ver a músicos que siguen tocando y disfrutando a los 70, como mi Maestro Josep Colom, y algunos, con más años inclusive.

Y me descubro a veces, en alguna sesión de estudio intensa y gratificante diciéndome a mí mismo: «Ahora ya está. Mañana más» . Intento no llegar al punto de saturación que la obsesión por el profesionalismo y la perfección a ultranza impone sobre la persona. Respeto y admiro mucho a quien lo hace, pero no es para mí.

Cómo es un día cualquiera de José María?

Generalmente no necesito despertador, porque mis tres gatos tienen acceso libre al dormitorio, y ya se encargan de reclamarme el desayuno, jeje.

Es lo primero que hago junto a un buen café. Luego un pequeño paseo, y a estudiar dos horas, más el día que puedo. Generalmente por las tardes tengo las clases con mis alumnos, a los cuales me gusta ver a diario, y observar sus progresos. Yo sigo de alguna forma estudiando mi pianismo con ellos, porque es necesario reelaborar constantemente los conceptos de todo tipo, igual que hago en mi estudio particular.

Los días que no trabajo, me encanta quedar o comer con gente, pasear, e ir al cine, del que soy muy aficionado.

¿Cuál ha sido ese momento de tu trayectoria que ha sido más importante para ti?

Sin duda, cada vez que he conocido a un maestro importante para mí. Ya he hablado de mi padre, que fue el primero y el más decisivo.

También en la niñez le oía hablar con devoción de Esteban Sánchez, antes de que fuera a impartir clases al Conservatorio Superior de Badajoz, y del que fui alumno desde los 14 a los 19 años. Me transmitió una forma de entender la música y el compromiso hacia ella que dura hasta la actualidad. No hay un solo día que no le recuerde, ni a otros que voy a nombrar.

Josep Colom vino en una etapa muy importante, la transición entre la adolescencia y la primera juventud. Aprendí muchísimo con él, tanto técnica como musicalmente, y en cuestiones de interpretación del texto musical.

Humberto Quagliata ya me había ayudado a los 14 años, y le reencontré en Madrid dando lugar a una serie de clases continuadas durante tres años donde volví a recibir consejos importantísimos en cuanto a rítmica, técnica, fraseo y actitud.

También me reveló cuestiones importantes Aquiles Delle Vigne, recientemente fallecido, por desgracia.
Ultimamente he encontrado una nueva inspiración en un pianista y músico magistral, Iván Cítera.
Creo que la formación continua es de lo más importante en un músico.


Porque para mí no es cierto, como a veces se cree, que personalidad es hacer las cosas a tu manera y modo sin pasar por ella, sino al contrario, adquirir los conocimientos necesarios para que, tamizados por tu personalidad e interiorizados progresivamente, pueda dar lugar a un estilo único, pero bien construido racionalmente y respetando leyes musicales que son difíciles de asimilar y construir si no  te las enseñan.

¿Qué es lo más importante para ti en una interpretación?

Enlazando con preguntas anteriores, lo primero es tener esa obra en el corazón, sentirla y querer tocarla. Pero luego, no todo es sentimiento, ni muchísimo menos. Hay toda una construcción lógica y racional que está implícita en la obra musical, que ha sido ideada por el compositor, y reflejada en parte en la partitura que hay que desentrañar y asimilar. La teoría musical y el análisis ayuda mucho a ello.


Creo que la intuición y la inspiración es muy importante, pero sin parte racional es imposible, o muy difícil de encauzar, sin desembocar en interpretaciones poco convincentes. Cada intérprete puede tener grandes diferencias, pero hay una serie de cuestiones referentes a leyes musicales que han de ser comunes a todos ellos. De otro modo se está haciendo otra cosa.

Las cuestiones rítmicas, no sólo de base, sino las referidas a los diversos modos de acentuación, y cómo esta se distribuye de la forma más variada a lo largo de la partitura, me parece que es un punto de partida sin el cual se puede decir muy poca cosa.

También, cómo no, los medios físicos que permiten una capacidad para dominar el instrumento en el contexto de una obra concreta, y del tipo de sonido que requiere. La autocrítica auditiva de todo cuanto haces, referente a fraseo, dinámica, pedal.

Finalmente, cuando todo esto está bien armado, es necesario darse cuenta que hay muchas cosas que no pueden estar estudiadas en un cien por cien. Porque cada interpretación, y ahí ya hablo incluso del mismo pianista, es diferente, hay que ir reaccionando a todo lo que va transcurriendo a lo largo de ella, y a veces pasan cosas imprevistas, que sorprenden incluso a uno mismo.

La tensión, emoción y el mismo hecho de compartir durante el concierto, lo hacen imprevisible. Son momentos especiales. Al final, como decía Arrau, es un proceso que no tiene fin, si uno se propone que sea así.

¿Tienes algún propósito principal e importante a transmitir a los alumnos?

Para mí, el propósito principal hacia todos ellos es que desarrollen una vivencia de compromiso y valoración hacia las obras de Arte que manejan cada día. Tenemos tanta suerte que es como si cualquier persona pudiera disponer de los cuadros del Prado en su propia casa: “ Hoy vamos a estudiar a Velázquez, mañana a los impresionistas, pasado a Goya…”

Nada hay más triste que, por frivolidad, alguien diga «no me gusta tal obra»; «me aburrí de ella»; «me aburrí de tal autor», o se coloquen en su actitud por encima de ellos. En esos casos, la clase se detiene de inmediato, y hay tiempo muerto, como en el baloncesto. Entonces pregunto: «A ver, ¿por qué no te gusta?. ¿Te has fijado en esto?… ¿Te has fijado en lo otro?. Mira qué es lo que tiene aquí. Observa esta escritura pianística, y de dónde viene anteriormente». Pongo ejemplos. No cedo, al menos hasta que percibo que en su fuero interno se ha dado cuenta de que sus conclusiones eran precipitadas.

Hago eso con los jóvenes, porque creo en ellos, que en ellos está el futuro, y que sus mentes son moldeables todavía. Cuando percibo lo mismo en un adulto, generalmente no pierdo el tiempo, porque con las repetidas monsergas que han escuchado y asimilado como si fueran razonables verdades haría falta demasiado trabajo para desmontarlo, y rara vez querrían.

Sin embargo, cuando les ofrezco a mis alumnos el ejemplo de mi propia valoración extrema a la música, y mi honestidad hacia ella, siento que ellos lo sienten también, y lo valoran cada vez más. Saben que tienen y van a tener un tesoro muy importante para toda su vida.

¡Cómo es el prisma con que se mira a los nuevos pianistas?

Hoy en día hay más músicos que nunca, y muchísimos de una calidad excelente. Cada músico grande tiene un estilo personal y propio.

No soy de los que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque mucho del nivel actual ha sido gracias a la información que nos han legado grandes maestros del pasado, tanto a nivel teórico como fonográfico. Pero tampoco que todo lo de hoy sea siempre mejor. Hay de todo.

Por supuesto, hay pianistas jóvenes que van a ser, o están siendo ya, herederos de esos grandes maestros del pasado. Aunque hay muchos, citaré solo a dos: Yuja Wang, que a su corta edad tiene más repertorio que muchos pianistas en toda su vida, y lo hace con un nivel extremo de calidad. Y Martín García García, que se alzó con el Tercer Premio en el Concurso Chopin, y me parece un músico extraordinario.

En el “ debe “ está una parte de ellos, pequeña pero acotada, y espero que no crezca demasiado, para quienes la música es meramente un vehículo de lucimiento personal. Que, por así decirlo, se anteponen ellos por encima de la música.

Es algo que, quizá, antes no se veía como un valor, y hoy, por efecto de la obsesión por la imagen y el culto al narcisismo adolescente, sí tiene su lugar. Claro, cualquier persona que domina medianamente su disciplina merece cierto respeto. Pero las cosas no deben ir por ahí, sino encaminadas a que resalte la propia esencia de la música. Esta sí, como vehículo de comunicación.

¿Qué puedes contarnos acerca del concierto que vas a realizar en Madrid Hall?

Estoy encantado de tocar una vez más en Music Hall, sala y proyecto de enorme importancia en la vida musical de Madrid, que con tanto entusiasmo y buen hacer está llevando Marta Aranda, su Alma Mater.

Voy a dar un recital con los Estudios de Chopin, una colección muy querida para mí. Estos estudios representan algo muy importante en la literatura pianística. Son, al mismo tiempo, culminación de algo y principio de una nueva forma de entender el piano a lo largo del repertorio. Contienen muchos hallazgos técnicos preciosos para el pianista, y son de una Belleza musical sobrecogedora, tanto que atraen a pianistas, como a no pianistas.

He convivido con ellos toda la vida, y no puedo decir que ni un solo día que los practico, no encuentro algo nuevo, o algo que me hace crecer como pianista y como músico. Se puede decir que, al mismo tiempo, hacen al piano «fácil», en el sentido de que, al tocarlos de una determinada forma favorecen un acercamiento físico más natural hacia el piano, y son enormemente difíciles, por lo cual siempre son un reto para cualquier pianista. Algunos de ellos son ejercicios diarios para mí durante años.

Por lo cual, el día que tengo muy poco tiempo para estudiar, no es raro que me consuele tocando dos o tres lentamente, con mucho mimo, como un acto de confirmación: El teclado, su geografía, el sonido, la adaptación anatómica hacia el piano…Todo sigue ahí. Igual que siempre, pero diferente, como sensaciones que hay que reconquistar a diario. El A, el B, el C, sí… Pero reformulado continuamente. Todos los días aparecen aspectos complementarios, pequeños ángulos de planteamientos de todo tipo que te hacen crecer, y te dan mucha alegría.

¿Quién ha sido tu mayor apoyo a lo largo de tu carrera?

Puedo decir, y estaría en lo cierto, que todos aquellos que han creído en mí, y me han animado de una forma u otra. 

Pero también me ayudan todos los que me han cuestionado, los que te dicen en determinados momentos lo que no quieres oír, lo que te falta, en lo que no has reparado, los que te señalan los caminos por donde no debes ir.

Es molesto, y el ego sufre, pero a ellos hay que escucharles con mucha atención, porque se aprende mucho. El camino es muy difícil, en la personalidad del artista hay un espejo muy favorable que siempre tiende a verte bien, grandioso. Yo necesito también el espejo de los demás, es lo que me hace situarme y comprender que mi visión, no solo de mí, sino de todo, no es la única. Y es lo que me motiva a hacer las cosas un poquito mejor cada día, sólo por hoy.

Preguntas PING PONG  ( Responde con una palabra)

Una Ciudad: Madrid

Una canción: The Shadow of Your Smile, cantada por Kiri Te Kanawa, acompañada de André Previn.

Un disco: Baladas op 10, de Brahms; Sonata D 537, de Shubert, y Sonata nº 4 op 7, de Betthoven, interpretadas por Arturo Benedetti Michelangeli. Un logro interpretativo y musical estratosférico.

Una obra: Primera Sinfonía, de Jean Sibelius.

Un libro: La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.

Un compositor: Frederic Mompou.

Un músico: Sviatoslav Richter.

Un cuadro: Las pinturas Negras, de Goya.

Una bebida: El agua.

Una comida: El arroz en cualquiera de sus variedades.

Un lugar: El Retiro.

Una película: Vértigo, de Alfred Hitchcock.

Algo que te encanta: El contacto humano, cuando está basado en la libertad.

Algo que odias: Todo lo relacionado con quien quiera imponerme su visión de las cosas, o coartar mi libertad. La burocracia, con la estrechez de miras que conlleva.

¿Próximos proyectos?

Seguir completando mi repertorio de música española.

Consejo a un músico: Que trabaje con esfuerzo y constancia. Sin ellos no se va a ningún lado. Que haga las cosas con ilusión, pero sobre todo con cabeza, con mucha cabeza. Que se deje asesorar por aquellos que ya han recorrido un camino, y le parezcan honestos. Aún así, que escuche a todos, y cribe con juicio lo que debe adoptar y  lo que no.

Que haga las cosas progresivamente, y sin querer tocar el repertorio más difícil a las bravas sin preparación. Eso sólo produce lagunas que hay que reciclar indefectiblemente. Que siga creyendo en sí mismo, y no polarice su esperanza de futuro en hacer las cosas totalmente perfectas, porque nadie lo hace. Hay que jugar la partida con las cartas que tienes en cada momento. Y jugarla con alegría y pasión.
Todos pueden enseñarte, pero el único que puede autorizarte para tocar eres tú mismo.

Huir de los que te desautorizan. Ni ellos mismos saben dónde están. Pero tú sí debes saberlo.

Madrid Music Hall